…mejor conservada de Europa en escenario de una de sus obras maestras. Pero aquel no sé qué que le enamoró permanece inalterable. Porque, aún hoy, Ávila resulta muy acogedora no solo para quienes la habitan, sino para aquellos que la visitan: llena de calma, sin atascos ni aglomeraciones, en ella todavía es posible escuchar el silencio, respirar aire puro, caminarla de punta a punta… Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO por su recinto amurallado medieval y su cuidado centro histórico, la ciudad añade a ese título su filosofía slow: las horas aquí parecen transcurrir más despacio para apurar al máximo el día. Y para reconectar a cada uno consigo mismo, en una espiritualidad que nada tiene que ver con la religión, sino con vivir en perfecto equilibrio. Por algo, esta es la cuna de santa Teresa, la mística por excelencia.
Ahora bien, que nadie se equivoque porque, tras estas cualidades que le hacen conservar el encanto del pasado, una Ávila inquieta y contemporánea se abre paso con fuerza para darle un giro de tuerca muy apetecible para los buscadores de experiencias. Una ciudad inteligente y ecofriendly que puede presumir de haber sido reconocida como finalista del premio City People Light por su eficiencia medioambiental;
Con aires nuevos que se manifiestan en la arquitectura más contemporánea, como la de su Centro de Congresos y Exposiciones Lienzo Norte, galardonado con el International Architecture Award, así como en una nueva generación de emprendedores de distintos ámbitos dispuestos a dinamizar la ciudad con propuestas sorprendentes.
Siendo además uno de sus mayores atractivos: si antes los fogones de Ávila nos hacían soñar con judías del Barco, patatas revolconas y chuletón de ternera, ahora –sin desdeñar tan rico menú– se rinden a la cocina creativa bien elaborada, con nuevas presentaciones que, sin perder de vista la tradición, apuestan por platos más suaves, equilibrados y con la estupenda materia prima de proximidad. A la ciudad amurallada no ha llegado ninguna estrella Michelin, pero sí hay profesionales que han entendido que el recetario de siempre debe reinventarse con una cocina más imaginativa. Uno de ellos, es Pepe Sánchez, propietario del restaurante Alcaravea, que nos abre las puertas de su casa de comidas con espléndidas vistas a la catedral y una suculenta carta que aúna tradición y vanguardia culinaria.
Decía George Bernard Shaw que no hay amor más sincero que el amor a la cocina. Pero en el caso de Alcaravea, a esa pasión gastronómica, su dueño le añade el profundo cariño por su ciudad:
“Para mí este restaurante es una forma de vida; también, el modo de mostrar lo que siento por Ávila, que me ha proporcionado todo lo que soy”.
En efecto, Alcaravea se ha convertido en todo un referente para los amantes de la buena cocina,
“más teniendo en cuenta que el ocio de muchos abulenses está vinculado a la cultura gastro”.
Treinta años de experiencia en negocios hosteleros son, además, una perfecta carta de presentación para este emprendedor que, a través de suculentos sabores, solo busca
“hacer felices a quienes eligen Alcaravea y devolver a Ávila solo un poco de todo cuanto la ciudad me ha dado”.